domingo, 10 de junio de 2007

Historia del Islam IX

HISTORIA DE AL-ANDALUS


2. Los emires de al-Andalus. I عبدالرحمن
756-912


Como dije, un joven miembro de los omeyas logró escapar a la matanza organizada por los Abbasíes. Se trataba de un joven príncipe que posteriormente pasaría a la historia con el nombre de Abd al-Rahman I. En su huida desde oriente realizó un largo viaje a través de Palestina, Egipto y el norte de África.




Abd al-Rahman I

En las regiones gobernadas por fieles al nuevo califato abbasí, lógicamente no fue bien recibido. En concreto, en algunas zonas del norte de África no tuvo una buena acogida. Sufrió incluso más de una persecución, por lo que, después de algún tiempo, pensó en cruzar el mar para llegar hasta la tierra de la que había oído maravillas: al-Andalus.

Entonces envió allí a un hombre de confianza llamado Badr para que le trajese noticias sobre la situación que se vivía en la península. Éste le informó de las rivalidades, divisiones y enfrentamientos que había en al-Andalus entre grupos de árabes que, en origen, procedían de tribus distintas.

Precisamente, las tribus que anteriormente apoyaron a los omeyas , al saber de la existencia de un descendiente de esa familia al otro lado del mar, decidieron prestarle ayuda. Proporcionaron entonces a Abd al-Rahman un barco para que se trasladase hasta al-Andalus y recuperase el poder que le era merecido.
Acompañado de unos pocos hombres, desembarcó en Almuñecar. Al llegar allí, fue recibido por algunos fieles a su familia, quienes le ofrecieron su hospitalidad.

En al-Andalus gobernaba entonces Yusuf al-Fihri, que en aquellos días dirigía una campaña militar por el norte. Cuando supo de la llegada del joven príncipe y de la gran cantidad de seguidores que iba agrupando en torno a su causa, regresó precipitadamente a Córdoba, que ya era la capital del país. Y aunque, en un principio, proyectó luchar contra Abd al-Rahman, el mal tiempo y las deserciones de su ejercito le hicieron desistir de esta empresa. Viendo amenazada su autoridad por los éxitos que venía cosechando el joven omeya entre la población, pensó que podía apartarlo ofreciéndole la mano de su hija.

Sin embargo, el príncipe rechazó el ofrecimiento de Yusuf y, plenamente decidido a devolver la gloria a la familia omeya, conquistó Archidona, Medina Sidonia y Sevilla, dirigiéndose después al norte, camino de Córdoba. Más tarde, se apoderó de ésta y se hizo nombrar emir en la mezquita mayor de la ciudad. Nada más hacerse con la capital, sus propios partidarios se dedicaron al saqueo y a vengarse de sus enemigos. Pero Abd al-Rahman supo controlar con mano firme aquella situación.

Luego se enfrentó a Yusuf y a un general de éste llamado al-Sumayl. El primero de ellos se dirigió a Toledo. El segundo, dando por hecho que Abd al-Rahman iría a su encuentro, reunió un ejercito en Jaén. Con ello pretendía que un hijo de Yusuf aprovechara la ausencia del príncipe para entrar en Córdoba y hacerse con el poder. Pero al-Sumayl, equivocado, cayó derrotado y no vio ejecutados sus planes.

Yusuf y al-Sulaym solicitaron perdón a Abd al-Rahman. Éste no solo se lo concedió, sino que además les permitió conservar sus propiedades. Yusuf, de acuerdo con lo pactado, reconoció a Abd al-Rahman como emir de al-Andalus y dejó en Córdoba a dos de sus hijos como rehenes. Pero, más tarde, animado por los enemigos del emir, huyó de la capital para luego intentar tomarla. Pero fracasó su proyecto y tuvo que partir hacia Toledo. Antes de llegar allí, hombres fieles a Abd al-Rahman le dieron muerte. Al-Sumayl por su parte fue encarcelado y un año después estrangulado.

Eliminados estos dos personajes, Abd al-Rahman se dio a la tarea de llevar la paz a al-Andalus. No le supuso una tarea fácil, pues aunque acabó con numerosas revueltas musulmanas y logró desplazar a los cristianos hacia el norte, tuvo que sufrir también traiciones por parte de allegados y parientes que le habían acompañado desde oriente.

Abd al-Rahman está considerado como uno de los mayores gobernantes que vio al-Andalus, aunque dicen que al final se volvió un poco déspota debido a las traiciones por las que tuvo que pasar durante su vida. Pero lo cierto es que comenzó su reinado desarrollando una política de acercamiento y reconciliación.

También fue un gran estadista. Organizó el estado tomando como base las estructuras administrativas que venían funcionando en oriente. De tal forma que hizo una división del país por distritos y al frente de cada uno de ellos colocó un gobernador.
Además, este emir llevó a cabo reformas en el ejercito y nombró jefes militares muy leales a él. Se le atribuye también la formación de un ejercito profesional, para el que reclutó mercenarios beréberes en el norte de África y esclavos del sur y centro de Europa.

Pero es más, Abd al-Rahman tuvo el suficiente tiempo y la suficiente sensibilidad para ser un excelente poeta y saber embellecer la ciudad de Córdoba. Y así, lo mismo compuso poemas dedicados a su querida Damasco como mandó importar árboles y plantas de oriente para embellecer jardines. A su iniciativa se deben, por ejemplo, los jardines llamados al-Rusafa, que, en las inmediaciones de Córdoba fueron considerados como una de las grandes maravillas de la apoca
Sus poemas estaban dedicados en su mayoría a Damasco, la tierra que añoraba dic tras día. Un ejemplo de su poesía es éste famoso poema dedicado a una palmera que le recordaba a su Damasco natal:



Puse mis ojos en una palmera de la Ruzafa
que, lejos de su tierra, en el Poniente estaba.
Alejados nos hallamos, le dije, en país forastero.
¡Cuán largo se me hace estar alejado de los míos!
Has madurado en una tierra donde eres una extraña
y vives, al igual que yo, en el sitio más recóndito.
¡Que las nubes de la aurora te den lozanía en tu retiro
y las lluvias pródigas alivien tu pesar!

En los últimos años de su reinado la población aumentó de forma considerable, por lo que Abd al-Rahman tuvo que ampliar los lugares de culto para los musulmanes. Cuando los Mahometanos tomaron Córdoba, respetaron una iglesia visigótica cristiana con el fin de que los cristianos pudieran seguir cumpliendo con sus deberes religiosos. Pero luego la iglesia se dividió y una parte fue para los musulmanes. Por lo que hubo un tiempo en que en un mismo edificio convivían pacíficamente las dos religiones. Pero como digo, el aumento de población obligó a pensar en nuevos lugares para el rezo. Abd al-Rahman pidió su parte del recinto a los cristianos, y ante la negativa de éstos tuvo que negociar su compra. Al final los cristianos vendieron y el emir mandó convertirla en una gran mezquita que constaba de una sala cubierta para la oración y un patio descubierto rodeado de arcos. Sus columnas de mármol se unían mediante arcos de herradura. Esta construcción, con el paso de los siglos, ha llegado a ser mundialmente famosa: la Mezquita de Córdoba.